el segundo eterno

                                                                                                                                                                     \ \Erik Alonzo Madera Díaz
El segundo eterno…

La vida, vista de cierto modo, es un conglomerado de momentos de satisfacción y frustración, de muerte y de "vida". A veces, estos suelen ser fugaces, pero también los hay duraderos y casi eternos. Segundos que parecen no terminar jamás.

   Recuerdo con temor aquel instante en que el tiempo pareció detenerse. Aquel relámpago de muerte que alcanzó a mi trastornada mente. Justo después de estrellarme contra un inesperado cuerpo metálico procedente de entre las sombras, todo parecía ir más despacio. Tanto que no sentía mi corazón latir. Tanto que sentí que la muerte había reclamado mi alma. El tiempo dejó de ser tiempo y un segundo se tornó eterno.

   Pero ¿qué es la eternidad? Un instante sin respirar en el que el temor envenena las entrañas. Cuando la desesperación es la única calma. Cuando la muerte te saluda sonriente y tú no puedes moverte. Un momento en que el vacío llena la mente, en que el universo nos parece indiferente. Quizá…

   Aunque todavía no era mi momento, sentí que la muerte me daba un aviso. Ese accidente automovilístico me preparó el sendero que terminaría más tarde con otro segundo eterno. Aquel cuando escuché que mi padre había muerto.

   Basta un segundo para vivir. Basta uno más para morir. Y es que: ¿Quién puede decirnos qué es un segundo? ¿Acaso nuestra vida no es más que un segundo ante los ojos del universo? ¿Y el universo no es más que un segundo ante los ojos de Dios?

   Ciertamente ha pasado ya más de un año desde que mi padre murió. Sin embargo, parece que el segundo aun no termina. He perdido la noción del tiempo y a veces no recuerdo, o no quiero, que se ha ido.

   Según la más aceptada teoría sobre el origen del universo, toda la materia más toda la gravedad da como resultado cero. Esto quiere decir que somos básicamente nada. Y sin embargo existimos. Tal como el cero se puede representar con un dos menos dos. Y pese a todo, ahí están esos dos números. Si nos toma menos de un segundo el resolver tal operación, es improbable que Dios se tome más tiempo. Por lo tanto, sospecho que una eternidad para nosotros, es nada más que un segundo para Él. Entonces, quizá Dios sea lo más viejo ante nuestros ojos, pero realmente puede ser lo más joven.

   La mayoría de los segundos en nuestras vidas parecen no tener la mayor importancia. Nunca reparamos en que esos segundos que han pasado no los recuperaremos jamás. Morimos a cada segundo, pero vivimos cada uno de ellos. Gracias al tiempo vivimos y a causa del mismo caemos. Es nuestro pan y nuestro verdugo.

   A veces hablamos del tiempo como si fuese nuestro. Algo que comprásemos en la tienda y gastemos a voluntad. Yo creo que es al revés. Es él quién nos gasta. Quién nos usa. Es como Dios mismo. He oído que dicen que el tiempo es una invención del hombre. Pienso que el hombre es una invención del tiempo.

   Todos los sucesos humanos, al igual que su creación, requieren de tiempo para realizarse. Entonces, el hombre no pudo haber inventado el tiempo. Sólo trata de medirlo. Pero ¿Cómo se mide lo infinito? ¿Cómo medir lo incomprensible? ¿Tiene un comienzo el tiempo? ¿De dónde proviene? ¿Qué lo antecede?

   Parece ser que el tiempo no existe. Porque si lo hiciera, hubiese tenido un principio que por el momento se nos escapa. Entonces se puede decir que el tiempo no existe, el tiempo es. Así pues, todos esos momentos que parecen interminables en nuestras vidas, buenos y malos, no son más que una minúscula parte de lo que puede ser el único y verdadero segundo eterno: el tiempo.